jueves, 17 de abril de 2025

“La experiencia analítica, el amor y las posiciones analizantes”



“La experiencia analítica, el amor y las posiciones analizantes”[1]



Monica Rossi



Experiencia analítica

El título del encuentro hace referencia a experiencia analítica porque es el modo de comenzar a nombrar lo que acontece en el encuentro entre analista y analizante.

Son muchas las referencias en Sigmund Freud y en Jacques Lacan al término experiencia que podemos encontrar, justificando y explicando su uso y alcances.

Lo primero a ubicar es que, se trata de una experiencia particular llevada a los límites de la singularidad, así lo dice Lacan en el Seminario 1: “Freud estaba comprometido en la investigación de una verdad que le concernía a él completamente, hasta en su persona, y por lo tanto también en su presencia ante el enfermo, en su actividad digamos de terapeuta; aunque el término resulte cabalmente insuficiente para calificar su actitud. Según afirma el propio Freud, este interés confirió a sus relaciones con sus enfermos un carácter absolutamente singular.

Ciertamente, el análisis como ciencia es siempre una ciencia de lo particular. La realización de un análisis es siempre un caso particular, aun cuando estos casos particulares, desde el momento en que hay más de un analista, se presten, de todos modos, a cierta generalidad. Pero con Freud la experiencia analítica representa la singularidad llevada a su límite, puesto que él estaba construyendo y verificando el análisis mismo.

El análisis es una experiencia de lo particular. La experiencia verdaderamente original de este particular adquiere pues un valor aún más singular”[2].

Lacan, siguiendo a Freud, se referirá en muchas oportunidades a “nuestra experiencia” para situar lo general del campo del saber psicoanalítico en lo que respecta tanto a la práctica psicoanalítica, como a la fundamentación y justificación científica

Ahora bien, la experiencia a la que hacemos referencia no es experimentación. Lacan aclara que la experiencia analítica no es experiencia pura “Es una experiencia verdaderamente estructurada por algo artificial que es la relación analítica, tal como la constituye la confesión que el sujeto hace al médico, y por lo que el médico hace con ella. Todo se elabora a partir de este modo operatorio primero” [3]

Dice Luján Iuale en El encuentro con un analista: una experiencia que no es como las otras: “Encuentro, contingencia y saldo de ese encuentro y de los avatares que le seguirán, formarán parte de la estructura misma de esta experiencia.

Cuando hablamos de experiencia analítica aludimos a ese encuentro siempre contingente, azaroso, uno por uno, que permite en el mejor de los casos cernir un modo de presentación del padecimiento subjetivo, y da ocasión, transferencia mediante, para intervenir allí y propiciar otros modos de lazo menos sufrientes.”

En ese encuentro importa tanto el analista como el analizante. La posición del analista incide,” Freud mismo dice que el analista puede favorecer el proceso del análisis, pero también enviciarlo. Agregaremos que no solo con sus prejuicios o sus fantasmas sino también cuando el saber referencial obtura la escucha, impidiendo que se produzca otro saber, ese saber que es efecto del texto mismo del enfermo. Freud enfatiza que si uno, a la hora de escuchar, se guía por la teoría corre el riesgo de no hallar más de lo que ya sabe. Entonces se trata propiciar una escucha abierta a la sorpresa.”

La autora cita a Adriana Rubistein en Un acercamiento a la experiencia quien propone “seguir los lineamientos freudianos del texto “Pulsiones y destinos de pulsión”, para decir que cuando uno elabora teoría alejándose de lo que ocurre en la práctica, cae en la especulación; y que la práctica sin teoría se reduce al empirismo”.

Así teoría y práctica se articulan sin confundirse ni obstaculizarse.

Iuale plantea: “La experiencia analítica alude a las condiciones de la práctica y a los lineamientos que la determinan; a lo que acontece efectivamente en el marco del dispositivo analítico propiamente dicho. Implica la referencia al campo teórico, pero también lo interpela: está determinada por él, pero también puede, por las consecuencias que de ella se desprenden, modificarlo”.

Considero conveniente en este punto, hacer una diferencia entre “experiencia” y “nuestra experiencia” la primera alude a lo particular y singular y la segunda a lo general.

Por último, tomamos del artículo referido, una cita de la relación entre experiencia y clínica a modo introductorio al próximo apartado: “experiencia y clínica no se excluyen, pero podríamos decir que la clínica enmarca el modo en que se estructura esa experiencia particular”.



Clínica analítica

Dice Fabián Schejtman, en Sinthome, ensayos de clínica psicoanalítica nodal “La clínica psicoanalítica, en un sentido estricto, no se superpone ni se confunde con la experiencia de la que surge, la del análisis. Supone más bien su redoblamiento conceptual, incluso su formalización. Sea en el nivel de las construcciones nosológicas o en aquel del entendimiento de los trayectos de una cura y las teorizaciones de las mutaciones que la intervención analítica produce en el ser hablante, la clínica psicoanalítica comporta un abordaje racional de la experiencia del análisis que aleja al psicoanálisis de cualquier esoterismo”.

En Apertura a la sección clínica Lacan dirá: “¿Qué es la clínica psicoanalítica? No es complicado, la clínica tiene una base: es lo que se dice en un psicoanálisis., pero agrega “La clínica es lo real en tanto que imposible de soportar” [4]

Entonces la clínica hace posible transmitir una experiencia que, si bien no es algo oculto, inefable, comporta un real que el concepto no logra apresar. La clínica implica esa doble vertiente: la de la formalización y la de la experiencia, por eso Lacan dirá que el analista es al menos dos: el que produce efectos y el que a esos efectos los teoriza.[5]

En Apertura de la Sección clínica dice Lacan: “La clínica psicoanalítica debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas, de modo que éstos hagan saber lo que su práctica tiene de azarosa, y que justifique a Freud el haber existido.”

Transferencia

Esa relación artificial a la que anteriormente hicimos referencia y de la que Lacan daba cuenta, es la que necesitamos despejar para ubicar nuestra adscripción.

Los efectos de transferencia en general, están presentes en cualquier relación y si bien encuentran su especificidad en el marco del Psicoanálisis, sabemos que diferentes orientaciones, definen a la transferencia de distintos modos. No es casual que en el Seminario 11, dedicado a los cuatro conceptos fundamentales, Lacan se refiera al concepto de transferencia de esta manera: “Este concepto está determinado por la función que tiene en una praxis. Este concepto rige la manera de tratar a los pacientes. A la inversa, la manera de tratarlos rige al concepto.”[6]

Desde el inicio de su obra, Lacan planteó el extravío que producía para los post freudianos enmarcar esa relación con cualquier otro semejante. La relación yo a yo, incluso inconsciente a inconsciente omite precisar que esa relación comporta posiciones y lugares diferentes. Así lo encontramos a Lacan intentando formalizaciones de la transferencia tempranamente en su obra: “Para saber lo que sucede con la transferencia, hay que saber lo que ocurre en el análisis. Para saber lo que ocurre en el análisis, hay que saber de dónde viene la palabra. Para saber lo que es la resistencia, hay que saber lo que sirve de pantalla al advenimiento de la palabra: y no es tal disposición individual, sino una interposición imaginaria que rebasa la individualidad del sujeto, en cuanto que estructura su individualización especificada en la relación dual”.[7] Más adelante dirá Lacan que en cuanto aparece la función del Sujeto supuesto al Saber, hay propiamente transferencia.: “En la medida en que se supone que el analista sabe, se supone también que irá al encuentro del deseo inconsciente.” Por eso el deseo es el pivote de la transferencia, que está detrás de toda demanda que se dirija. Y es esta dimensión del deseo la que se articula con lo que quedará del lado del analista como deseo del analista. Es “…la relación del deseo con el deseo”[8] “Al comienzo del psicoanálisis está la transferencia (…) que por sí sola es una objeción a la intersubjetividad”.[9] Para Lacan entonces, la transferencia, hace obstáculo al establecimiento de una relación dual. Si ello ocurre, ya no es transferencia sino sugestión.

No se trata de una relación entre dos sujetos, es una relación asimétrica. Planteada primero de $ a Otro (Inconsciente) en la formalización de los primeros esquemas y el analista en el lugar del objeto y el analizante, un sujeto a advenir, en posteriores formalizaciones.

En la trasferencia se trata del encuentro contingente de un significante que, con la aparición de un significante cualquiera, establezca como significación un sujeto supuesto saber.

Amor de transferencia

Me interesa ubicar que tempranamente, en el Seminario 1 Lacan articula transferencia, eros y amor en la siguiente cita:

“La cuestión de las relaciones entre analizado y analista se puede situar en un plano muy distinto: en el plano del yo no-yo, decir, en el plano de la, economía narcisista del sujeto. Es así como, desde siempre, la cuestión del amor de transferencia, ha estado ligada demasiado estrechamente, a la elaboración analítica de la noción de amor. No se trata del amor en tanto-Eros -presencia universal del poder de vinculación entre los sujetos, subyacente a toda la realidad en la cual el análisis se desplaza- sino del amor-pasión, tal como concretamente lo vive la catástrofe psicológica. Saben que se plantea entonces, la cuestión de saber cómo está vinculado este amor-pasión en su fundamento, con la relación analítica”.[10]

Pero será recién en el Seminario 8 La transferencia donde Lacan explorará eros, sirviéndose de El Banquete de Platon para analizar el amor de transferencia:

“El problema del amor nos interesa en la medida en que nos permitirá comprender qué ocurre en la transferencia - y hasta cierto punto, a causa de la transferencia” [11] Lacan sostiene que la relación analítica supone el hecho de encontrarse con otro para enseñarle lo que le falta, y eso que le falta lo aprenderá como amante. Plantea que “ hay dos cosas en mi discurso pasado que he observado a propósito del amor, y se las voy a recordar. La primera es que el amor es un sentimiento cómico…. La segunda cosa que quería decir, algo con lo que nos encontraremos constantemente y que nos servirá de guía, es que el amor es dar lo que no se tiene”[12] Este aforismo que articula la falta con el amor, no es sin la mediación del deseo

El diálogo socrático le permitirá ubicar dos lugares: el amante y el amado, y trasladar esto a la experiencia analítica para recortar allí las dos funciones. “lo que caracteriza al erastés, al amante…¿no es esencialmente lo que le falta? Nosotros podemos añadir enseguida que no sabe qué le falta, Y por otra parte, el erómenos, el objeto amado, ¿no ha sido situado siempre como el que no sabe lo que tiene, lo que tiene escondido y que constituye su atractivo?”[13]

Y agrega: “El amor como significante -porque, para nosotros es un significante y nada más-, el amor es una metáfora- si es que, la metáfora, hemos aprendido a articularla como sustitución. (…) La significación del amor se produce en la medida en que la función del erastés -el amante-, como sujeto de la falta, se sustituye a la función del erómenos -el amado- y ocupa su lugar”. [14]

“Por este solo hecho, cumple esa condición de metáfora, la sustitución del erómenos por el erastés, que constituye en sí mismo el fenómeno del amor”. [15]

Fenómeno que se produce en el amor de transferencia.



Posición del analista Deseo del analista

Lacan se pregunta en el Seminario de La transferencia: “en este estadio de nuestra interrogación vale la pena plantear la pregunta - ¿por qué un analista, con el pretexto de que está bien analizado, sería insensible al surgimiento de cierto pensamiento hostil que puede percibir en una presencia que se encuentra ahí? - y hay que suponer, por supuesto, para que algo de este orden se produzca, que no está ahí como presencia de un enfermo, sino como presencia de un ser que ocupa lugar. Además, cuanto más pleno, normal y como alguien que impone lo supongamos, tanto más legítimamente podrán producirse en su presencia todas las clases posibles de reacción. Incluso, en el plano intrasexual, por ejemplo, ¿por qué el movimiento del amor o del odio estaría en sí excluido? ¿Por qué descalificaría al analista en su función? Ante esta forma de plantear la pregunta, no hay más respuesta que la siguiente - en efecto, ¿por qué no? Yo aún diría más - cuanto más analizado esté el analista, más posible será que esté francamente enamorado, o francamente en estado de aversión, o de repulsión, bajo las modalidades más elementales de la relación de los cuerpos entre ellos, respecto a su partenaire. Lo que digo es un poco fuerte, en el sentido de que nos incomoda. Y si consideramos que de todas formas bien debe tener algún fundamento la exigencia de la apatía analítica, es preciso que su raíz se encuentre en otra parte…. Es esto - si el analista realiza algo así como la imagen popular, o también la imagen deontológica, de la apatía, es en la medida en que está poseído por un deseo más fuerte que aquellos deseos de los que pudiera tratarse, a saber, el de ir al grano con su paciente, tomarlo en sus brazos o tirarlo por la ventana”.[16]

En este punto realiza una crítica a la contratransferencia

“De ello se deriva que lo que nos presentan en esta ocasión como contratransferencia, normal o no, no hay verdaderamente ninguna razón para calificarlo así en particular. Aquí se trata tan sólo de un efecto irreductible de la situación de transferencia, sencillamente por sí misma. Por el solo hecho de que hay transferencia, estamos implicados en la posición de ser aquel que contiene el ágalma, ( “ En mi opinión no es posible comprenderlo fuera del registro de lo que he señalado como el lugar de a, el objeto parcial, el ágalma, en la relación de deseo, en tanto ella misma está determinada en el interior de una relación más amplia, la de la exigencia de amor”) el objeto fundamental que está en juego en el análisis del sujeto, en cuanto vinculado, condicionado por la relación de vacilación del sujeto que nosotros caracterizamos como aquello que constituye el fantasma fundamental, como aquello que instaura el lugar donde el sujeto puede fijarse como deseo. Es un efecto legítimo de la transferencia”[17]

Haber ubicado que no es necesario denominar contratransferencia lo que es efecto mismo de la transferencia, no excluye la pregunta por la abstención, que Lacan plantea en términos de apatía y nesciencia. A la dimensión sugestiva y narcisista que conlleva el amor de transferencia, como todo amor, Lacan plantea que el analista no responde más que con el deseo de analista que opera justamente a contrapelo de esa dimensión. Aunque en este Seminario se lo plantea como cuestión, recién en el Seminario XI Lacan va a plantear el deseo de analista como el deseo de obtener la diferencia absoluta, esencia del significante (primordial) que, permite la máxima distancia entre el Ideal al que el analista está llamado a encarnar y el objeto a, al que el analista le hace de soporte.



Posiciones analizantes. Amor de transferencia

Dice Lacan:” De modo que, si es verdad que respecto a ustedes yo no puedo estar aquí sino en la posición de analizante de “mi no quiero saber nada de eso”, de aquí a que ustedes alcancen el mismo, habrá mucho que sudar.”[18]

“el hombre (…) no sabe hacer con el saber. Es su debilidad mental”[19].

El horror a saber en lo concerniente al goce, al sin sentido, al modo de satisfacción paradojal y singular de gozar con el síntoma, las inhibiciones o la angustia, inhiere a la neurosis. No es “eso” algo que se busca saber, cuando eso sucede en los inicios generalmente, se produce la huida del consultante.

Dice Miller: “Será con el amor de transferencia, es decir, el amor al saber y no al deseo de saber, que el analizante podrá consentir a saber sobre ese goce y consecuentemente a su separación. Al final, la pasión de la ignorancia, advendrá como deseo de saber, que no es otro que un deseo nuevo. Pero en el análisis no hay deseo de saber, hay horror al saber, que no es más que otro nombre de la represión.”[20]

El amor de transferencia es un amor al saber y se basa en la importancia que adquiere para el analizante aquel que le posibilita escucharse y leerse.

Un sujeto representado por su síntoma consulta a un analista y genera hacia él un amor que se dirige al saber supuesto a un sujeto, encarnado en el analista.

Ahora bien, cuando llega un consultante a pedir tratamiento, pide restablecer el equilibrio perdido, pide ayuda con respecto a los síntomas y con una demanda que no es necesariamente de análisis, que es una demanda al Otro. En el Escrito La dirección de la cura y los principios de su poder Lacan plantea:

“El deseo es lo que se manifiesta en el intervalo que cava la demanda más acá de ella misma, en la medida en que el sujeto, al articular la cadena significante, trae a la luz la carencia de ser con el llamado a recibir el complemento del Otro, si el Otro, lugar de la palabra, es también el lugar de esa carencia.

Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es propiamente lo que no tiene, puesto que a él también le falta el ser, es lo que se llama el amor, pero es también el odio y la ignorancia. Es también, pasiones del ser”.[21]

Puede decirse que las pasiones del ser, en el sentido de sufrida por la falta en ser del sujeto, están ligadas al hecho de hablar.

La pasión tiene una doble connotación, por un lado es padecer, sufrir y además tiene un sentido de aspiración especialmente fuerte incoercible. Padecer la falta es aspiración apasionada a compensar la falta en ser, con el complemento del Otro.

La demanda al Otro participa en toda experiencia de análisis, se hará presente en la transferencia, por ello en la Dirección de la cura dice Lacan “Pues si el amor es dar lo que no se tiene, es bien cierto que el sujeto puede esperar que se le dé, puesto que el psicoanalista no tiene otra cosa que darle. Pero incluso esa nada, no se la da, y más vale así “.[22]

La demanda de amor ¿que pide? “demanda incondicional de la presencia y de la ausencia”, presencia atemperada de ausencia, que haya falta en el Otro, que haya lugar y que hable y le responda lo que al Otro no le es dable responder ¿que soy yo? ¿qué me quiere?

Eduardo Garcia Dupont dice: “Corrigiendo a Freud que afirmó “hay que devolverle al neurótico la capacidad de amar coartada por fijaciones infantiles” conjeturo que esas fijaciones infantiles se vinculan estructuralmente a la alienación al deseo del Otro. Es decir, a ocupar un lugar de objeto a, causa del deseo del Otro. Eso nos hace demandantes de amor para que el Otro con su amor, nos dé un Ser. Lacan plantea que un análisis implica un pasaje de la posición de Eromenos (amado) a la posición de Erastes (amante) Entonces la capacidad de amar, no es algo que se tuvo y se perdió. No nacemos con esa capacidad, hay que adquirirla en un camino de aceptación de la castración en el Otro y propia. Eso significa que amar es “dar lo que no se tiene”. Es desde la falta que se ama. Corrigiendo a Freud “El neurótico debe adquirir la capacidad de amar” por eso el poeta brasilero Andrade expresó que el amor es cosa de maduros”

La adquisición de esa capacidad pasará por los desfiladeros del saber, por ello lo encontramos en el Seminario de la Transferencia a Lacan intentando ubicar lo que está en juego en la relación analítica “pretendo partir del extremo de lo que supone el hecho de aislarse con otro para enseñarle, ¿qué?- lo que le falta. Situación todavía más temible, si pensamos precisamente que por la naturaleza de la transferencia eso que le falta lo aprenderá como amante... No estoy ahí, a fin de cuentas, por su bien, sino para que ame. ¿Significa esto que yo tenga que enseñarle a amar? Sin duda, parece difícil eludir esta necesidad - en lo que se refiere a amar y a lo que es el amor, habrá que decir que ambas cosas no se confunden. En lo que se refiere a amar y a saber qué es amar, debo al menos, como Sócrates, poder rendirme el homenaje de que algo sé al respecto”[23]

Saber, enseñanza y aprendizaje que no van por la línea del conocimiento y de la comprensión, sino de los lugares y funciones. Intentemos ubicar que se puede concebir fácilmente que todo neurótico es “amado”, deseado, por su historia, por el lugar que ha ocupado en el Otro. Es el que pudo constituir su narcisismo, su yo ideal a partir del Ideal del Yo, identificado al falo, siendo el objeto que le falta al Otro, es además el sujeto de la creencia, se la cree, cree en el amor.

Me interesa subrayar que en el Seminario 20 Lacan plantea “Puedo contarles un cuento, el de una cotorra que estaba enamorada de Picasso. ¿En qué se notaba? En la manera como le mordisqueaba el cuello de la camisa y las solapas de la chaqueta. En efecto, la cotorra estaba enamorada de lo que es esencial al hombre, su atuendo. El hábito ama al monje, porque por eso no son más que uno….Lo que hace que la imagen se mantenga es un resto. El análisis demuestra que el amor en su esencia es narcisista”[24], y denuncia que la sustancia pretendidamente objetal -puro camelo es de hecho lo que en el deseo es resto, es decir, su causa. Este i paréntesis a es el narcisismo al que tenemos que atender en su relación al amor.

Antes de Introducción al Narcisismo, Freud utiliza esa noción para hablar que entre el autoerotismo y la relación objetal hay una fase donde el sujeto se toma a sí mismo y a su propio cuerpo como objeto de amor, que se corresponde al narcisismo primario, el secundario será la vuelta al yo de las catexis objetales.

En su artículo sobre el Narcisismo Freud distingue dos tipos de elección de objeto de amor:

1. Según el tipo narcisista:

a) a lo que uno mismo es (a sí mismo)

b) a lo que uno mismo fue

c) a lo que se querría ser

d) a la persona que fue una parte del sí mismo propio.

2. Según el tipo del apuntalamiento (o de apoyo):

a) a la mujer nutricia

b) al hombre protector.

A partir de aquí Freud indica diferencias entre el hombre y la mujer y dirá que la elección del hombre preferentemente es por apuntalamiento: toma a la madre como modelo del objeto de amor en la medida en que fue amado por ese objeto.

Del lado de las mujeres, Freud indica que predomina el tipo narcisista. Las mujeres buscan ser amadas más que amar, y aman al hombre que cumple esta condición.

El miedo a la pérdida de amor opera como la angustia de castración en el hombre

La modalidad narcisista se declina de la siguiente manera. Aman:

1. A lo que uno mismo es: su propia imagen. Esto apunta a lo que Freud denomina el predominio del narcisismo femenino en las mujeres.

2. A lo que uno mismo fue: el objeto amado por su propia madre.

3. A lo que uno querría ser: un varón, en tanto interviene su identificación masculina. Este punto se aclara si se tiene en cuenta el valor fálico que adquiere una mujer en la medida en que es amada por el hombre.

4. A la persona que fue una parte de sí mismo: el propio hijo.[25]

Podemos deducir que para Freud el amor siempre es narcisista y las elecciones ligadas al complejo de Edipo y de castración. La salida amorosa es siempre por miedo a la castración o por envidia del pene.

Lacan retoma trabajos freudianos para ubicar el amor narcisista y en el Seminario 20 afirma que el amor es impotente porque ignora que no es más que el deseo de ser Uno y que eso no saca a nadie de sí mismo.

Hay Uno y No hay relación sexual son correlativos. Decir que el amor es narcisista y decir que el amor suple la relación sexual que no hay, no son incompatibles.

No hay relación sexual

Hay un muro, una ausencia de complemento en la vida amorosa. Esta desproporción la situaremos en dos aspectos para dar cuenta de ello: la divergencia y la disimetría.

En la divergencia entre el amor y el deseo ubicamos en Freud el planteo en Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (1912) "dos corrientes cuya reunión es lo único que asegura una conducta amorosa plenamente normal; dos corrientes que podemos distinguir entre ellas como la tierna y la sensual". Para que se produzca la impotencia psíquica. "La vida amorosa de estos seres permanece escindida en las dos orientaciones que el arte ha personificado como amor celestial y terreno (o animal)".[26] Buscan objetos a los que no necesitan amar, y si un rasgo, a menudo nimio, del objeto elegido para evitar el incesto, recuerda al objeto que debería evitarse, sobreviene "esa extraña denegación que es la impotencia psíquica". El recurso entonces es "la degradación psíquica del objeto sexual, al par que la sobrestimación que normalmente recae sobre el objeto sexual es reservada para un objeto incestuoso y sus subrogaciones. Tan pronto se cumple la condición de la degradación, la sensualidad puede exteriorizarse con libertad, desarrollar operaciones sexuales sustantivas y elevado placer".[27]

Por su parte en relación a la mascarada femenina encontramos la convergencia: “Es por lo que no es, por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada” [28]

La disimetría de estilos la encontramos planteada en Lacan en Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina, en dos posiciones diferentes respecto a los hombres y las mujeres: “Si la posición del sexo difiere en cuanto al objeto, es con toda la distancia que separa a la forma fetichista de la forma erotomaníaca del amor”.[29] .

En el caso del hombre, la elección de objeto es fetichista, se trata de encontrar en el partener algún rasgo con valor fálico que cause su deseo.

En el caso de la mujer, la elección de objeto es erotomaníaca, ella se haría amar por un partener que, le falte ella, que esté castrado.



La dirección del tratamiento

En el seminario de La transferencia, Lacan logra, gracias a la escena que Alcibíades le hace a Sócrates en el Banquete, ubicar la causa de amor. Alcibíades se sirve de la metáfora del sileno para referirse a Sócrates como alguien que guarda un objeto muy valioso en su interior, situando como causa de su amor a ese objeto tan precioso, que es ágalma. El ágalma sería ese objeto precioso que parece ocultarse en el interior de aquél a quien se dirige nuestro amor, y que le da un brillo especial, que lo hace distinto a todos los demás.

Lacan señala que cuando el paciente llega, él es el ágalma, él es el amado, ya que el analista está ahí para él, para escucharlo. Él viene a desplegar su historia, a hablar de eso preciado que va a entregarle al analista. De modo que en ese momento inicial podemos ubicar el ágalma del lado del paciente.

Cuando opera la metáfora del amor, pasará al lugar de amante, y el analista quedará en el lugar de amado con el ágalma de su lado. Allí reside la metáfora: pasar de un no saber lo que se tiene, a un no saber lo que le falta.

Freud ya planteaba que la transferencia está fundamentalmente determinada por la modalidad típica de lazo que ha establecido el sujeto en su vida, esto es lo que con Lacan llamamos fantasma. En el Seminario 11 Lacan hace referencia a la transferencia como la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente, es decir la puesta en acto del fantasma. Recuerdo acá la relación de homología que presenta el fantasma con el i (a) del narcisismo y del amor. En posición de amado su partenaire le reenvía una imagen completa de sí. El analista se dejará tomar por esa lógica, pero responderá como amado, atendiendo que el amor tiene como soporte el agujero de la castración. Cuando Lacan plantea enseñarle la falta y que el sujeto aprenderá siendo amante, se producirá un pasaje del amor narcisista a un amor que sabe de la falta y por ello “dar lo que no se tiene” El amor empalma aquí con el deseo, objeto causa en la figura del analista partenaire amado.

Así la transferencia es la vía regia para producir esa metáfora.

A la luz de los últimos Seminarios, encontramos otra figura del amor no vinculada a la falta, sino a la falla generalizada donde el amor es suplencia de lo que no hay “el amor suple la relación sexual que no hay”.

En el Seminario 20 Lacan construye las posiciones sexuadas, lado hombre y lado mujer, en términos de goce fálico y Otro goce, lo que posibilita un más allá del goce fálico, y por lo tanto, un otro amor que el narcisista y el amor de la falta en tener es el amor ligado al no todo del lado mujer “Quiero decir que es no toda que ella ama. Le queda un pedazo para ella que es su goce corporal. Eso quiere decir S( A tachada), el notodismo” [30]



Adenda

Si bien, tal como precisamos, la noción analizante es aplicable a la neurosis, no lo es a las psicosis, como tampoco a las presentaciones con dificultad en la constitución del narcisismo, no podemos dejar de preguntarnos si en esas particularidades donde no hay amor al saber, otro amor es posible.

En su diferencia con el SsS y el sujeto dividido donde se asienta la creencia y la metáfora del amor ¿Podemos decir que el sujeto psicótico puede amar? Cuando no contamos con sujeto dividido, ni con la creencia en el inconsciente, y estando además el saber de su lado, ¿hay posibilidad de transferencia? Hemos hablado de la diferencia de lugares, que la transferencia misma es un obstáculo a la relación imaginaria y de la diferencia entre transferencia y sugestión, sin embargo, fuera de la neurosis, sabemos que el psicoanálisis opera y produce efectos restitutivos, ahora bien, ¿es por la vía del amor? , si el amor queda del lado simbólico “ dar lo que no se tiene” desde un lugar de falta y castración, no es atribuible este tipo de amor. ¿Hay ora manera de concebirlo? ¿qué tipo de amor se establece en el secretario del alienado o testigo?

Ubicaremos antes, algunas puntuaciones sobre el amor en las psicosis.

Ya Freud, en algunos textos, como Introducción al Narcisismo, habla del componente autoerótico en algunas manifestaciones como la hebefrenia, parafrenia, la libido está hacia adentro. En las Conferencias en la Universidad de Yale plantea que para la psicosis hay “una suerte de quiebre en el cumplimiento de lo que se llama amor”.[31]

En la psicosis, la pasión viene del Otro la encontramos en los delirios pasionales: erotomanía, celotipia y reivindicativos. Se es el objeto al que se dirige la voluntad de ser amado, ignorado, odiado por el Otro, esa es la convicción, la certeza donde la creencia es creerle al síntoma. Pero también en el dolor moral y la culpa llegando al delirio de indignidad o en su contraparte la manía, pecado mortal encontramos la condición de objeto y un amor del Otro que vira al goce del Otro. Sin embargo, fue el mismo Freud quien planteo el fundamento del amor en los diferentes temas del delirio en la paranoia que pueden deducirse de la forma gramatical:

Yo lo amo a él (el objeto de amor homosexual).

La primera denegación posible, Yo no lo amo: lo odio, proyectada secundariamente en él me odia, da el tema de persecución.

La segunda denegación posible, Yo no lo amo: es ella (el objeto de sexo opuesto) a quien amo, proyectada secundariamente en Ella me ama, da el tema erotomaniaco.

La tercera denegación posible, Yo no lo amo: es ella quien lo ama, da, con inversión proyectiva o sin ella, el tema de celos.

Hay, en fin, dice Freud, una cuarta denegación posible, que es la que descansa globalmente sobre toda la fórmula y que dice: Yo no lo amo. Yo no amo a nadie. Yo no amo más que a mí. La regresión, en el caso estudiado por Freud, va al narcisismo.

Justifica preguntarse ¿a qué narcisismo hace referencia cuando lo que falla es el revestimiento narcisista al yo?. Hay una disyunción entre el i y el a, no media lo simbólico.

Cuando Freud plantea “el psicótico ama su delirio como a sí mismo”, ¿cuál es el estatuto de este “sí mismo” cuando en la psicosis el sujeto es desecho? Podríamos ubicar que está bien lejos del narcisismo pero, por el contrario es el amor el que le permite al psicótico la restitución del narcisismo.

Lacan en el Seminario 3: “Donde la palabra está ausente, allí se sitúa el Eros del psicótico, allí encuentra su supremo amor”[32] Amor que es calificado de muerto y que puede ser analogado al amor extático.

En el mismo Seminario se pregunta “¿Qué diferencia a alguien que es psicótico de alguien que no lo es? La diferencia se debe a que es posible para el psicótico una relación amorosa que lo abole como sujeto en tanto admite una heterogeneidad radical del Otro. Pero este amor es también un amor muerto”.”[33]

En la vertiente de la suplencia generalizada, la falla estructural, es para todas las estructuras, y esas suplencias son soluciones que cada quien se da a esa falla. En la clínica nodal ubicamos el amor- suplencia donde el goce del Otro condesciende al amor. Encontramos en Joyce y Nora, Dali y Gala el complemento imaginario del ego, en la figura del calce del guante, y en la Metamorfosis de Narciso podemos leer:

Cuando su torso blanco doblado hacia adelante

se inmoviliza, helado,

en la curva plateada e hipnótica de su deseo,

cuando pasa el tiempo

en el reloj de flores de la arena de su propia carne,

en la punta de los dedos,

de la mano insensata,

de la mano terrible,

de la mano coprofágica,

de la mano mortal,

de su propio reflejo.

El nuevo Narciso,

Gala

Mi Narciso.

Se advierte la continuidad amor-narcisismo.

En las psicosis, la transferencia, no está vinculada al saber ni a las preguntas tampoco nos situamos en la estructura del amor de eromenos y erastés “dar lo que no se tiene a quien no es”. Es posible, sin embargo, una sustitución a un sujeto supuesto amistad del SsS, es el amor de amistad. En filosofía, philia se entiende como un tipo de amistad virtuosa. Aristóteles realiza un desarrollo de philia especialmente en Ética a Nicómaco y de esa obra me interesa ubicar que en la philia se trata de una adquisición de aretai -entre las que se encuentra la amistad- y en definitiva de un ethos virtuoso que se realiza a través de la educación y formación del carácter a partir de la cual se adquiere la capacidad de ser amigo y de tener amigos. El semejante, “el amigo, que es otro yo”, complemento imaginario, permite un escabel para el narcisismo.

Dejamos para el final la increencia en el amor de aquellos que no tuvieron la experiencia de tener lugar en el Otro, que no le hicieron falta y se presentan melancolizados o en pasajes al acto y acting out, en una vertiente reivindicadora del lugar que no se les hizo, de la ausencia de deseo que los constituyó. En estos casos el armado del narcisismo es fallido y son los así denominados neurosis en suspenso, neurosis narcisistas o melancolía neurótica. Neurosis ordinarias, bordes de la neurosis, del fracaso del fantasma. No se trata de la forclusión del Nombre del padre, se trata de la falta de confianza en el significante o de detención de tiempos lógicos en las identificaciones constitutivas, o en el armado del fantasma, o en los tiempos del duelo, según sea formalizado por diferentes psicoanalistas.

La demanda de amor incondicional de presencia y de ausencia, pasión no atemperada simbólicamente y acompañada de la frustración por privación de amor de quien podría habérselo otorgado y no lo hizo. Se verifica en esta clínica la predisposición a señalar la falta del Otro para cavar una fisura en un Otro omnipotente que no les hizo lugar. La demanda a que se les salde el daño infringido vira en otros momentos a no ser dignos de amor. En general nos encontramos con consultantes que no están interesados en saber su causa, la culpa pivotea entre el sujeto y el Otro, escamotean la responsabilidad, involucran al Otro sin implicarse, no creen. Esto no los hace permeable al amor de transferencia, para poder amar a otro, antes tendrán que poder velar el objeto al que se identifican. Son los velos fálicos que cubren el objeto los que están ausentes, haciéndose presente la descarnadura real de ese objeto resto. Tendrá que armarse el narcisismo.

La metáfora del amor supone la posición amado para la sustitución de ese término por el de amante. Para quienes aún no cuentan con esa posición inicial, se tratará de intervenciones que apunten a producir un primer tiempo lógico, parafraseando a Lacan en el “enseñarle” no a amar, sino a amar-se.






[1] Trabajo presentado en el Encuentro del Seminario “Discurrir sobre eros” el  11 de abril 2025


[2] Lacan, J. (1953-1954) El seminario Libro 1. Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires.Paidos. 1990 p 40.


[3] Lacan, J. (1955). El seminario Libro 3. Las psicosis. Buenos Aires.Paidos. 1999 p 18


[4] Lacan, J. (l 977a): "Apertura de la sección clínica", 5-1-77, en Ornicar?, 3, Petrel, 1981.


[5]Lacan (1974-75) Seminario 22 RSI inédito


[6]Lacan, J. (1964a): El seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1986.p.130


[7] Lacan, J.; “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956”; Escritos 1; Siglo XXI Editores; Madrid; España; 2000


[8] Lacan, J.; “Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales de psicoanálisis”; Paidós; Buenos Aires; 1984


[9] Lacan, J. (1967): "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela"


[10] Lacan, J. (1953-54): El seminario. Libro 1: Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 1984. P 173


[11] Lacan, J. (1960-1961): El seminario. Libro 8: La transferencia. Paidós, Buenos Aires, 2003.p.47


[12] Idem 44-45


[13] Ídem p.50-51


[14] Ídem p. 51


[15] Idem p. 224


[16] Idem p.213


[17] Idem p.223


[18] Lacan, J. (1972-73): El seminario. Libro 20: Aun, Paidós, Barcelona, 1981 p. 9


[19] Lacan, J., El Seminario, libro 24: L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre inédito


[20] Miller, J.-A., El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2000, p.189.


[21] Lacan, J. (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder p. 607


[22] Idem p.598


[23] Lacan, J. (1960-1961): El seminario. Libro 8: La transferencia. Paidós, Buenos Aires, 2003.p.24


[24] Lacan, J. (1972-73): El seminario. Lil1ro 20: Aun, Paidós, Barcelona, 1981.p.13-14


[25] Cfr Freud, S. (1814): "Introducción al Narcisismo". En Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992. T14


[26]Freud, S. (1912): " Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa". En Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992. T11 P.176


[27] Idem p.177


[28] Lacan, J. (1958): "La significación del falo". Escritos 2. Buenos Aires. Siglo XXI.1987 p.674


[29]Lacan, J. (1960): " Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina ". Escritos 2. Buenos Aires. Siglo XXI.1987 p 711


[30] Lacan, J. (1973-74): El seminario. Libro 21 Los no incautos yerran, inédito. (clase del 11/6/74)


[31] ” Lacan, J.(1975) Conferencias en la Universidad de Yale. Inédito.


[32] Lacan, J. (1955-56): El seminario. Libro 3: Las psicosis, Barcelona, Paidós, 1984 p. 365


[33] Ídem p.363