Algunas puntuaciones sobre el Psicoanálisis[i]
“El psicoanálisis no es una
terapéutica…
… como las demás"[1]
El psicoanálisis se encuentra en el campo de lo terapéutico, sin embargo no se trata de cualquier terapéutica, no es médica toda vez que lo médico apunta a un saber cuyo discurso
excluye al sujeto, pero tampoco es una
terapéutica psicológica cuando la psicología, del lado de la ciencia, constituye
un saber universalizado en la prescripción de leyes generales. No es una terapéutica
como las demás, porque atiende al Sujeto
en su singularidad. Ningún saber singular se universaliza para todo Sujeto.
Si la terapéutica consiste en una cura "el psicoanálisis, tipo o no, es la cura que
se espera de un psicoanalista"[2], es del psicoanalista de quien se
espera entonces que ubique la diferencia, entre una terapéutica que le es específica y otra
que no lo es.
Recae en el psicoanalista la dirección de una
terapéutica que, por la vía de la palabra y su poder de escucha, establezca la
distinción entre el decir del yo y el decir de un Sujeto. Un psicoanalista es de quien se espera pueda silenciar su narcisismo,
sus ideales, sus juicios y puede ocupar su lugar en la transferencia, sabiendo
que el Sujeto Supuesto Saber supone un lugar, el lugar del Otro, que no es cualquier otro. Que pueda saber del transito, mutando
desde este lugar del Otro inicial de
la transferencia, a uno posterior, operando
a favor de la incompletud e inconsistencia del Otro, para devenir objeto.
El
psicoanalista es aquel que permite sostener
la pregunta del Sujeto que viene a su
encuentro, es el que posibilita cifrar el inconsciente, advertir la posición del Sujeto que habla, su goce y su posición deseante. Es el psicoanalista quien puede entender el sufrimiento del síntoma, la inhibición y
la angustia, y poner a hablar a ese síntoma, ubicando allí qué deseo se cumple,
qué goce se satisface. El psicoanalista se encuentra en un lugar privilegiado
para leer e intervenir en el decir del Sujeto.
Su objetivo no es la adaptación del sujeto a las normas sociales o a los
requerimientos de la cultura, busca el acuerdo del Sujeto consigo mismo.
No
dirige la vida del Sujeto, pero
dirige la cura con la única regla básica que es la de apertura al espacio de análisis, esto es,
la asociación libre.
¿Como puede un psicoanalista saber hacer todo lo que de él se espera? ¿Cómo sostiene un
análisis? ¿Cómo dirige una cura?
Formación del analista
Es
necesario pensar la formación del psicoanalista vinculada a la especificidad de
la cura psicoanalítica. Para ello el analista deberá saber, por un lado, de esa
falta que en psicoanálisis se denomina castración; por otro, de la
imposibilidad de que exista una norma de
la relación entre los sexos. El sexo, en el ser parlante, remite al "no todo”, se trata de una falla
estructural sin solución, que produce insatisfacción y arreglos singulares.
¿Cómo
se forma a un analista para que ocupe un lugar en la transferencia y oriente al
Sujeto en la búsqueda de una solución menos penosa, sin desconocer que el único
encuentro con lo imposible, con lo real, nunca es un buen encuentro? ¿Cómo se
transmite ese saber que conduce a
diferente dirección de aquella que intentaría suturar la falla, a partir de
ideales de armonía, felicidad o eliminación del conflicto?
La
formación es un efecto del
anudamiento entre teoría y experiencia, cuerdas de prácticas diferentes, pero a
su vez articuladas. Estas prácticas pueden ser pensadas en intensión, como saber textual, no acumulativo, y en extensión, como saber referencial.
Es
imprescindible la teoría. No podría nadie dirigir un tratamiento si no sabe qué
es el psicoanálisis, si no cuenta con el
bagaje de nociones que le son específicas; sin embargo ese saber es silente en la experiencia de
analizar. Este es el momento de sorprenderse
y actuar desde la ingenuidad, sin premisas “no
especular ni cavilar mientras analiza[3]” Es necesario
sostener la relación disyuntiva entre
teoría y experiencia, aun sabiendo que aquello
que se produce en la experiencia, muchas
veces posibilita conceptualizaciones, y las mismas, como referencias teóricas, producen efectos en la escucha. Sin embargo,
el psicoanalista estará advertido que los saberes referenciales no
aspiran al ideal, y mucho menos a la adecuación de su escucha a la
teoría. El saber textual, de ese aquí y ahora en cada sesión, en cada
tratamiento, deja por fuera reglas técnicas que indican un deber hacer.
De
la formación del analista depende el
modo particular de intervención conforme a cada Sujeto. Ese modo de intervenir
del psicoanalista es con un deseo específico, deseo del analista. Ese deseo no es un deseo personal, es el deseo
que le
posibilita operar en los registros simbólico, imaginario y real; allí
donde introduce alguna modificación de la relación del sujeto con lo real. El deseo del analista no va de suyo, es un
efecto de su formación. Esa formación requiere del análisis personal
y eso no se produce si no hay alguien que ha pasado por el análisis.
Freud
dice en "Análisis terminable e
interminable", que hay que tener cierta experiencia del inconsciente. "…se instala en el aprendiz la firme
convicción en la existencia del inconsciente" y si eso acontece otorga al analizado "aptitud de analista”.
La
teoría no sustituye la experiencia del encuentro con un saber que no se sabía se
tenía. Un saber que no es intelectual, en el que no esta en juego el conocimiento
como un aprendizaje sino la experiencia de la castración; el saber del modo que
se responde al encuentro con lo traumático, con lo real. Quien no ha atravesado
por esa experiencia, que no se trata necesariamente de un fin de análisis, no
puede ocupar el lugar de analista.
La
experiencia del análisis, el estudio de la teoría y su práctica, junto a las supervisiones de la misma, constituyen en
su conjunto aquello que se denomina la formación
del analista. Los efectos de este
entramado puesto en acto en la dirección
de la cura, es lo que Lacan ha nombrado el deseo
del analista.
Habilitación o autorización
para ser psicoanalista
Freud en "Pueden
los legos ejercer el psicoanálisis", sostiene una pregunta ¿quienes pueden ejercer el psicoanalisis?
cuestión que extiende los límites de su época y llega hasta nuestros días.
Hoy,
la legislación dice que médicos y psicólogos están habilitados por el estado
para practicar psicoterapias sin embargo,
como dije anteriormente, el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás.
Me
he pronunciado sobre la importancia de
la formación, pero aquí la cuestión
se desplaza a quién forma, quién habilita
y cómo interviene el Estado para legislar sobre la formación y la practica psicoanalítica. En el debate intervienen varios actores sociales tales como
la Universidad ,
las Colegiaciones, las Instituciones psicoanalíticas.
Pero
habilitación no es formación. Se produce
cierto deslizamiento cuando la
Universidad ofrece formación post título, mediante cursos, seminarios, maestrías y doctorados de
especialización en psicoanálisis. El Otro,
que se hace consistente en el prestigio social de la Universidad , habilita y constituye constancia necesaria y a veces suficiente para la
carrera académica; pero ello no implica necesariamente formación
del analista. El discurso
universitario no es el discurso del
analista. Este último, tal como lo plantea Lacan, es el único discurso que articula la renuncia al
goce dando lugar al objeto a , que es causa en el lugar del agente, discurso que ofrece "las coordenadas que el analista debe ser capaz de alcanzar para
simplemente ocupar el lugar que es el suyo, el cual se define como el lugar que él debe ofrecer vacante al deseo del paciente para que se
realice como deseo del Otro"[4]y
que al término de la operación habrá “evacuación
del objeto a ……y es ese objeto evacuado lo que el analista mismo representará
por su en-sí”[5]
Se justifica la distinción entre habilitación
y formación del analista, porque el efecto de la formación es la autorización del
analista; como Lacan lo expresa: “Mientras
tanto, ¿no habría podido ocurrírsenos en la Escuela que es eso lo que equilibra mi decir que
el analista no se autoriza más que por sí mismo? Esto no quiere decir que él
esté solo para decidirlo como acabo de hacerles observar en lo que se refiere
al ser sexuado. Diría incluso más, lo que escribí en las formulas implica al
menos que… para que haya hombre, es que
en alguna parte haya castración.”[6]
El
autorizarse por sí del analista, no es un hacer voluntario, una decisión
personal sin más. No se trata de ningún arrojo, ni de un desafío y mucho menos de
un arreglo del goce singular. No es
autorizarse en tanto ser sino en
cuanto falta en ser.
Por
ello la formación ha de estar
articulada a la castración, a la imposibilidad, a la no relación sexual. Es una
formación en transferencia a un Sujeto supuesto al saber; no se trata
aquí de ningún saber instituido, ni del discurso
Universitario, ni del discurso del Amo.
La formación produce
efectos de autorización, más allá de toda habilitación. Un analista se autoriza
por sí mismo y con otros con los que trabaja, con los que estudia, con quienes supervisa o
con quien se analiza.
La
condición del deseo del analista se pone de manifiesto en el acto analítico, y a
ese servicio debieran estar orientadas las Instituciones, Escuelas,
Asociaciones Psicoanalíticas, quienes constituyen vía regia de formación de analistas, movidas por el lazo a otro y en la transferencia entre sus miembros.
Cada
Institución psicoanalítica, por fuera de la habilitación que le corresponda en
el marco de la ley, también “se autoriza por sí” de ello se desprende que su
posición se rige con los mismos criterios del analista. De cada Institución se
espera que produzca intercambios
necesarios para no constituir: atrapamiento en sus redes, obediencia a sus
mandatos, adhesión acrítica a sus lecturas, efecto de grupo o de masa, identificaciones
a ideales; es decir,
funcionamientos contrarios al Psicoanálisis. De lo que se trata es que las
Instituciones orienten su formación
al deseo y la autorización del analista.
Todas
las puntuaciones que he intentado desarrollar, constituyen basamentos
necesarios para la continuidad y avance
del psicoanálisis.
Bibliografía
Freud, Sigmund, Consejos al médico en
el tratamiento psicoanalítico, Obras Completas, TomoII, Biblioteca Nueva,
Madrid, 1973.
Lacan, Jacques, Variantes de la cura
tipo, Escritos 1,
Siglo XXI Editores, Argentina, 1988.
Lacan, Jacques, El seminario 8 La
transferencia, Clase de 11 de enero de 1961, Paidos, Bs As, 2003.
Lacan, Jacques, El seminario 16 De otro al otro, Clase de 4 de junio de 1969,
Paidos, Bs As, 2008.
Lacan, Jacques, Seminario 21 inédito Clase del 9 de Abril de 1974.
Monica Virginia Rossi
[3] Freud, Sigmund, Consejos
al médico en el tratamiento psicoanalítico, Obras Completas, TomoII, Biblioteca
Nueva, Madrid, 1973
[4] Lacan, Jacques, El
seminario 8 La transferencia, Clase de 11 de enero de 1961, Paidos, Bs As, 2003
[5] Lacan, Jacques, El
seminario 16 De otro al otro, Clase de 4
de junio de 1969, Paidos, Bs As, 2008
[i] Publicado en Revista Confluencias
del Colegio de Psicólogos de Neuquén Año 2 N°2. Neuquén Argentina.