En los actuales
tiempos de pandemia y cuarentena, a los psicoanalistas se nos plantea una
cuestión insoslayable respecto de su práctica: ¿cómo continuar o iniciar
tratamiento, tecnología mediante, cuando el enfoque tradicional tiene al cuerpo
en el dispositivo analítico? Sin profundizar qué decimos, cuando hablamos del
cuerpo en psicoanálisis ya que, requeriría en sí mismo un desarrollo que no es
motivo de este ensayo, hablamos de cuerpo a causa del tiempo y para señalar que
si el tiempo acompaña desde sus albores al psicoanálisis es por el cuerpo y en
tanto vivo.
El cuerpo del síntoma, el cuerpo del goce, cuerpo de la
pulsión, cuerpo sensible al significante. Dice Jacques Lacan: “Es preciso que
haya algo en el significante que resuene. (...) las pulsiones, eso es el eco en
el cuerpo del hecho de que hay un decir, pero que este decir para que resuene,
para que consuene, es preciso que el cuerpo sea allí sensible, y que lo es, es
un hecho.”[1] El cuerpo siempre
ha estado implicado en nuestra práctica, porque es tocado por el significante.
Que se necesita del cuerpo del analista en el dispositivo, va
de suyo, pero el punto es que en esta cuarentena deben sustraerse los cuerpos, porque
así se requiere. Las estrategias y normas gubernamentales indican aislamiento.
La pandemia es un real, un virus que acecha y está la muerte del
cuerpo, por lo que sus efectos inmediatos en la subjetividad son la caída del
velo imaginario del cuerpo y la amenaza de reducirlo a un puro resto. La
cuarentena como solución posible, sin tratamiento para la enfermedad y su
contagio, pone a resguardo los cuerpos a condición de aislarlos.
Vemos cotidianamente en los medios de comunicación que el
crecimiento exponencial del virus es en el contacto, el contagio se produce de
persona a persona. Dejando de lado la vertiente imaginaria en el actual estado
de la situación, el aislamiento se produce en la dimensión del espacio. Interrumpida
la cura tradicional psicoanalítica por el aislamiento, con la cancelación del
contacto físico nos queda la conexión en línea, online o telefónica.
El artificio para la conexión requiere de la dimensión del
tiempo para operar. Tiempo que demanda una operatoria especifica del psicoanálisis,
preservada de cualquier imaginario especular, haciendo advenir en el espacio el
objeto que toque el cuerpo, ahora aislado.
Retomo el punto de la cuestión: ¿Es la tecnología un
impedimento para el abordaje psicoanalítico? Con el avance de la tecnología esta
experiencia no resulta tan novedosa.
¿No hemos los analistas ofrecido acaso nuestros teléfonos a
pacientes cuya angustia no era posible de ser mitigada entre sesión y sesión,
cuando más sesiones no son posibles?; ¿no hay colegas que por la vía online
ofrecen continuidad de tratamientos cuando, transferencia mediante, el paciente
en cuestión requiere continuidad en una mudanza o traslado?
No seria la primera vez que los analistas apelamos a este
recurso, hoy único posible, dadas las condiciones sanitarias.
Tal vez por ello, la cuestión nos interpela sobre si el
aislamiento del cuerpo impide la maniobra analítica. El aislamiento, como
mecanismo descripto por Freud, ¿es posible de ser pensado en la vertiente de la
inhibición? ,¿no encierra ello mismo un punto de partida para operar?
Propongo situar la cuestión de la causa del aislamiento, esto
es la pandemia, así aparece un mejor modo de interrogar nuestra práctica: ¿qué
podemos hacer los analistas en este momento para que el tiempo subjetivo
permita, con la irrupción de este real, que la contingencia de un
acontecimiento de cuerpo se disponga a saberse por los equívocos de la palabra
que implica un análisis?
Lo posible, en principio, es sostener el lazo social interrumpido.
Los psicoanalistas respondemos con el Discurso del analista para hacer posible
el lazo y luego, en actuales circunstancias, servirnos de la conexión en tanto
dimensión temporal.
Tratemos de ubicar que el sujeto está constituido por el tiempo,
constitución que se efectúa en tres instanciaciones. Lacan dirá que el primer se
que se manifiesta “se sabe que” es la forma general del sujeto noético, el
sujeto impersonal; el segundo introduce al otro como pura reciprocidad, es el
sujeto indefinido recíproco; el sujeto personal es el tercero, el aserto sobre
si del tercero, Son tres instancias lógicas las constitutivas del sujeto.
Jacques Lacan en los inicios de su enseñanza plantea: “Sólo
podemos salir de él (laberinto) reconociendo que el elemento tiempo es una
dimensión constitutiva del orden de la palabra…. El sentido último de la
palabra del sujeto frente al analista, es su relación existencial ante el
objeto de su deseo”.[2]
Si el tiempo constituye el orden de la palabra, también lo
será del sujeto en tanto éste es efecto del significante. En “Función y campo
de la Palabra y el Lenguaje”[3] Lacan,
señala que la historia no es el pretérito definido sino futuro anterior, es “lo
que habré sido para lo que estoy llegando a ser”.[4] Esta
acción inconclusa es la temporalidad del sujeto psicoanalítico. Habrá que
agregar que el modo verbal “habré sido” y “llegando a ser”, entre pasado
y futuro introduce lo real en tanto imposible.
En 1944 en “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre
anticipada”[5] Lacan plantea tres
tiempos: el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir.
"...Pero captar la modulación del tiempo, la función misma por donde cada
uno de esos momentos en el tránsito hasta el siguiente, se reabsorbe en él,
subsistiendo únicamente el último que los absorbe, es restituir su sucesión
real y comprender verdaderamente su génesis en el movimiento lógico.... si bien
en esta carrera tras la verdad no se está sino sólo, si bien no es todos cuando
se toca lo verdadero, ninguno sin embargo lo toca sino por los otros..."[6].
Sin embargo, esta lógica dialéctica de reabsorción del tiempo
anterior en el ulterior, queda cuestionada en el Seminario sobre Los cuatro
conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Al inconsciente le asigna la función
de hiancia, hendidura, rasgo, corte, ruptura; también tropiezo y dirá: “Con
todo, este hallazgo, en cuanto se presenta, es re-hallazgo, y además, está
siempre preparado para esconderse de
nuevo, instaurando así la dimensión de la pérdida”.[7]….“La
aparición evanescente sucede entre los dos puntos, el inicial, el terminal, de este
tiempo lógico: entre ese instante de ver donde algo se elide siempre, se pierde
incluso, en la intuición misma, y ese momento elusivo en que, precisamente, la
aprehensión del inconsciente no concluye, en que se trata siempre de una
recuperación engañosa”.[8] … “No he dejado
de hacer hincapié durante mis anteriores exposiciones en la función de algún
modo pulsativa del inconsciente, en la necesidad de evanescencia que parece
serle de alguna manera inherente: como si todo lo que por un instante aparece
en su ranura estuviese destinado, en función de una especie de cláusula de
retracto, a volver a cerrarse, según la metáfora usada por el propio Freud, a
escabullirse, a desaparecer, al mismo tiempo”.[9]
Estas citas sirven para ilustrar el modo en que Lacan ha
relacionado el tiempo y el sujeto del inconsciente, como sujeto temporal entre
lo aun no realizado y la pérdida.
El último Seminario de Lacan “Momento de concluir” está a
mucha distancia de los tiempos lógicos iniciales. Con su orientación a lo real,
está más cerca del cuerpo que del significante, más cerca de las diferencias
entre un goce en el cuerpo y otro fuera del cuerpo; sin embargo, nunca dejó de
dar cuenta que es la palabra la que toca el cuerpo en la interpretación, en el
equívoco, en las modulaciones y también en las escansiones y los tiempos de
sesión.
En este Seminario Lacan plantea: “Eso no impide que el
análisis tenga consecuencias, él dice algo. ¿Qué es lo que quiere decir
"decir"? "Decir" tiene algo que ver con el tiempo. La
ausencia de tiempo, es algo que se sueña es lo que se llama la eternidad, y ese
sueño consiste en imaginar que uno se despierta. Uno pasa su tiempo soñando, no
se sueña solamente cuando se duerme.”[10]
Lo real despierta y estamos hoy ante un real, contamos con la
palabra aún en ausencia del cuerpo presente en sesión. “Decir” que en lo
traumático actual permita regular, reordenar los goces en su distribución y
registros, para que el objeto a plus de
gozar, se ciña en el espacio de las intersecciones del nudo. Tal vez
sirviéndonos de la dimensión del tiempo, estando “on line”, facilitemos un
reordenamiento del espacio que posibilite dar movilidad al cuerpo, aun en el aislamiento.
Monica Rossi
[1] Lacan,
J., “El Seminario, libro 23. El síntoma” (1975-1976)
[2]
Lacan, J El Seminario, Libro 1 Los escritos técnicos de Freud pág. 352,353
[3]
Lacan, J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”,
Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 1988.
[4]“Lo
que se realiza en mi historia no es el pretérito definido de lo que fue, puesto
que ya no es, ni siquiera el perfecto de lo que ha sido en lo que yo soy, sino
el futuro anterior de lo que yo habré sido para lo que estoy llegando a ser”.
Lacan, J., “Función y campo...”, op.cit., p.288
[5]
Lacan, J., “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo
sofisma”, en: Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 1988.
[6] Lacan,
op.cit.pag, 201
[7] Lacan,
J Seminario11 Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis (1964),
Paidós, Buenos Aires, 1992. pág.33
[8] Lacan, J., op. cit., pág 40.
[9] Lacan,
J., op.cit. pág.51
[10]
Lacan J. Seminario Momento de concluir, inédito