Introducción
Los
cambios de época en sus modos de organización social, económica, política y
jurídica; la ciencia y sus prácticas, son condiciones de posibilidad de cierto
tipo de subjetividades contemporáneas. Ahora bien, si la mutación a la que
hacemos referencia incide en el sujeto del psicoanálisis, en el parletre,
¿cambia la noción de sujeto del inconsciente y de parletre de la que nos
servimos los psicoanalistas, con dichos cambios? que se mantiene constante o
invariante? Sobre la subjetividad de la época, ¿el psicoanálisis conserva su discurso
subversivo respecto del sujeto del inconsciente o se pliega a la idea de cambio
en sus progresos o detenciones de la época, al tomar a ésta en su
consideración?
La
aceleración, el desarrollo, la expansión, la multiplicidad, la
indiferenciación, el empuje a no detenerse, afín a los intereses capitalistas
de hiperproductividad, implican formas perfeccionadas de un capitalismo que
hasta la actualidad no ha agotado su capacidad mutante incidiendo sobre la
subjetividad. Aunque hoy se abra un paréntesis sobre las consecuencias del
virus y la pandemia, ello también tendrá efectos sobre el Sujeto. El
psicoanálisis de qué modo aloja esos cambios y ese avance en la vertiente
del progreso de la ciencia, y junto a
ello el de la técnica y su incidencia ¿plegado a otros discursos, o encontrando
las diferencias en el horizonte ético que no es propio?
Desde esta perspectiva surge la cuestión por un
lado, sobre la vigencia y suficiencia de
los conceptos psicoanalíticos ante los discursos de la época así como, el tipo
de intervenciones y posiciones del analista para leerlos, sobre todo, para lo
que le es específico, interpretarlos y
por otro, de qué modo el Psicoanálisis puede renovar dichos discursos.
Dice Jean Copjec en “Imaginemos que la mujer no existe”, “enfocar
la cuestión de la ética desde la perspectiva del psicoanálisis podrá parecerle
a más de un lector una manera de limitar el tema y confinar innecesariamente el
debate a los términos de un lenguaje especial. Mis argumentos se basan en la
premisa de que el psicoanálisis es la lengua materna de nuestra modernidad y de
que los temas importantes de nuestra época son difíciles de articular fuera de
los conceptos que éste ha forjado. Si bien algunas almas sofisticadas afirman
que estamos más allá del psicoanálisis, lo cierto es que todavía no hemos
comprendido sus aportes más revolucionarios”.
La filosofía de la cultura y
el psicoanálisis
Los
discursos de la época se sirven de la filosofía para leer el poder y ubicar las
resistencias.
En el Post-scriptum,
sobre las sociedades de control[2]Gilles Deleuze plantea que Foucault
caracterizó lo que denominó sociedades disciplinarias como aquellas que operan
mediante la organización de grandes centros de encierro y este modelo: fue el
sucesor de las sociedades de soberanía, cuyos fines y funciones eran
completamente distintos, gravar la producción más que organizarla, decidir la
muerte más que administrar la vida. El autor manifiesta que las sociedades disciplinarias son nuestro
pasado inmediato y que se opera una transformación hacia las sociedades de
control. Si la sociedad disciplinaria y sus encierros descriptos por Foucault
son moldes, las sociedades de control en su modulación producen un moldeado
autodeformante que cambia constantemente y a cada instante. Mientras la fábrica
hacía de los individuos un cuerpo y
vigilaba cada uno de los elementos que formaban la masa y a su vez los sindicatos
podían movilizar una masa de
resistentes, en las sociedades de control, la fábrica es sustituida por la empresa y ella es un alma etérea que instituye
entre los individuos una rivalidad interminable.
Para
las disciplinas su objeto fue la vida biológica. El biopoder fue ejercido sobre los cuerpos de los
individuos a través de la anatomopolitica y sobre la población o la especie a través de la
biopolítica. El cuerpo viviente ha sido el soporte de los procesos biológicos:
nacimiento, mortalidad, salud, duración de la vida. Por ello postula Deleuzze,
el poder disciplinario era al mismo tiempo masificador e individuante mientras
que, en las sociedades de control en cambio, los individuos han devenido
"dividuales" y las masas se han convertido en indicadores, datos,
mercados o "bancos". Lo esencial ya no es una marca ni un número,
sino una cifra y el instrumento de control social es el marketing,
El
autor analiza la correspondencia entre
tipos de sociedad y tipos de máquinas, ellas expresan las formaciones sociales
que las han originado y que las utilizan. Las antiguas sociedades de soberanía
operaban con máquinas simples, palancas, poleas, relojes; las sociedades
disciplinarias posteriores se equiparon con máquinas energéticas, con el riesgo
pasivo de la entropía y el riesgo activo del sabotaje; las sociedades de
control actúan mediante máquinas de un tercer tipo, máquinas informáticas y
ordenadores cuyo riesgo pasivo son las interferencias y cuyo riesgo activo son
la piratería y la inoculación de virus. No es solamente una evolución
tecnológica, es una profunda mutación del capitalismo.
Un
planteo en la misma línea realiza Eric Sadin en La humanidad aumentada, describe
una mutación decisiva de nuestro vínculo con la técnica: mientras que su
vocación fue la de ser una prótesis de la insuficiencia del cuerpo, hoy, su
capacidad cognitiva le confiere el rol de gobernar a los seres y las cosas. Plantea
una agonía del antropocentrismo moderno para dar lugar a una gubernamentalidad
algoritmica que pone en riesgo nuestra soberanía. El documental de Netflix “El
dilema de las redes sociales” nos permite advertirlo
Se
trata de la emergencia de una humanidad ya no sólo interconectada, hipermovil, sino
una condición inextricablemente mixta humano artificial
Los
psicoanalistas, para leer la época nos servimos, entre otros aportes, de los
cuadrípodos de los discursos, y específicamente de una Conferencia dictada por
Jacques Lacan en la Universidad de Milán el 12 de mayo de 1972: "Del
discurso psicoanalítico". En ella introduce el discurso capitalista como producto de la incidencia de la ciencia
en el discurso amo; afectando con el trueque del S1 por el $, las condiciones
del sujeto dividido desamarrado de anclajes.
Al
malestar de la época lo habremos leído con nuestras categorías y habremos dicho
que el discurso capitalista configura de un modo particular, los cuatro
términos en sus posiciones relativas (el
agente, el otro, el producto y la verdad) y al tornar amo del consumo al
Sujeto, le retira la barra de su división, omitiendo su causa. Ante ello dirá
Lacan “ el ascenso al cenit social del
objeto llamado por mí a minúscula, por el efecto de angustia que provoca el
vaciamiento a partir del cual nuestro discurso lo produce, al fallar en su
producción"[3] Asi " …se
compra cualquier cosa, un coche en particular, con el que hacer signo de
inteligencia, si se puede decir, de su aburrimiento, es decir, del afecto del
deseo de Otra-cosa (con O mayúscula)[4]."
Si la
ciencia deja de lado cualquier verdad que no sea formal, forcluye al sujeto y rechaza cualquier
imposible real, en alianza con la técnica, distrae el vacío procurando gadgets.
Por una parte transforma cualquier objeto abyecto en mercancía y cuando la
oferta no es un producto entonces la mercancía es el sujeto.
La
época a la que hacemos referencia, decimos con Lacan, que es la del discurso
capitalista, que al significante lo reduce a signo, que rechaza la castración,
el inconsciente y la imposibilidad
lógica de lo no relación sexual.
Por su
parte el Discurso del analista opera haciendo semblante de objeto para
introducir la causa de la división del sujeto. Es el envés del Discurso amo, se
encuentra en lo opuesto de toda voluntad
de dominio y de su resistencia. Los discursos que se sirven del poder, son discursos
de una conciencia alienada en el desconocimiento fetichista. No es del poder,
ni de las resistencias, cuando develada la trama ilusoria pudiera conducir al
progreso de la subjetividad social, de lo que el psicoanálisis se ocupa es del
descentramiento del yo y de la conciencia y, justamente en ello reside la
subversión del sujeto que concibe.
La subjetividad de la filosofía no es el sujeto del psicoanálisis
Michel Foucault nos aclara[5] que su propósito no ha sido
“analizar el fenómeno del poder, ni
tampoco elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario mi objetivo
ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres
humanos son constituidos en sujetos. Mi trabajo ha lidiado con tres formas de
objetivaciones, las cuales transforman a los seres humanos en sujetos”.
Los
modos de subjetivación son las prácticas en tanto condiciones de posibilidad de
constitución del sujeto como objeto en determinada relación de conocimiento y
de poder.
El sujeto
del psicoanálisis no es el de la subjetividad como constructo histórico.
En el
Escrito De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis, como así también en el Seminario de Las Psicosis, Lacan expone
la tesis del sujeto como pregunta por el ser.
“Pues es una verdad de experiencia para el análisis que se plantea para
el sujeto la cuestión de su existencia… en cuanto pregunta articulada:
"¿Qué soy ahí?", referente a su sexo y su contingencia en el ser a
saber que es hombre o mujer por una parte, por otra parte que podría no ser
ambas conjugando su misterio, y anudándolo en los símbolos de la procreación y
de la muerte…..es a título de elementos, del discurso particular como esa
cuestión en el Otro se articula”[6] “Se trata de una pregunta que
se le plantea al sujeto en el plano del significante, en el plano del to be or
not to be, en el plano de su ser”[7] .¿Qué soy? ¿soy?, es una
pregunta sin respuesta por el ser que falta, referente a su sexo y
contingencia. La falta proviene del
lenguaje y el Otro.
….el falo (gracias a lo cual el inconsciente es lenguaje).[8]Produce
como efecto en el sujeto sólo poder designar su ser poniendo una barra en todo
lo que significa, así un significante representa al sujeto para otro
significante.
A la
existencia de un ser esencial e idéntico a sí mismo de la ontología, Lacan
responde con la manque-á-être (falta en
ser) y parlêtre (hablanser)
La
metafísica arqueológica nominalista foucoltiana, producto de las mutaciones de
los regímenes de verdad y las prácticas, conforman un dispositivo de
saber-poder que marca en lo real lo inexistente, “Es algo que no existe y que, no obstante, está inscripto en lo real,
correspondiente a un régimen de verdad que divide lo verdadero de lo falso.”
A esa
metafísica Lacan responde con el origen topológico del ser hablante y la
sexualidad. “El ser hablante, es hablante
a causa de lo que le ocurrió a la sexualidad o esto le ocurrió a la sexualidad
porque él es el ser hablante”.
“Somos
seres sexuados porque la simbolización siempre se choca con su propia
imposibilidad” agrega Zizek
Topología
matemática no metafórica, espacio compacto insustancial. El goce será la única sustancia
reconocida por Lacan, y el sexo en el ser en falta, se inscribirá como goce
fálico y / o más allá de él, en Otro goce.
Dice
Jean Copjec “el sexo no puede ser
deconstruido porque el ser humano es inevitablemente sexuado... el sexo es el
traspié de la razón, el lugar donde todo saber fracasa”.
La sexualidad es la falla, pero la filosofía desconoce las
barras
El
análisis que Foucault realiza de la hipótesis represiva implica una crítica a
la concepción del poder que la realiza sólo en términos de represión a la
manera de la concepción jurídica. El poder no es solo represión y la ley no es constitutiva del
deseo.
Foucault considera a “Todos esos elementos negativos —prohibiciones, rechazos, censuras,
denegaciones— que la hipótesis represiva reagrupa en un gran mecanismo central
destinado a decir no, sólo son piezas
que tienen un papel local y táctico que desempeñar en una puesta en discurso,
en una técnica de poder, en una voluntad de saber que están lejos de reducirse
a dichos elementos.” Por ello describe los dispositivos de poder y plantea que "La
historia del dispositivo de sexualidad, tal como se desarrolló desde la edad
clásica, puede valer como arqueología del psicoanálisis."[9]
En
sintonía con este planteo Deleuzze[10], manifiesta que pesan sobre el deseo, al menos dos
maldiciones, una de ellas y que se remonta a los griegos, es la que el deseo es carencia, la otra es que el deseo será satisfecho por el placer, o
estará en una relación vinculada al goce. Refiere que en torno a la primera, se
produce una circularidad que parte de un postulado filosófico inicial, de
raigambre occidental donde el deseo es deseo de lo que no se tiene, desde
Platón hasta Lacan el deseo está
dirigido a lo Otro. La segunda maldición referida, es la concepción del placer como descarga “todo
pasa en ese círculo: el deseo-carencia, la ilusión del placer, y el
deseo-gozo”.
“Para Deleuze el deseo circula en agenciamientos de heterogéneos. Plantea que
los diferentes componentes del agenciamiento de deseo suponen dos ejes, por un
lado los estados de cosas y las enunciaciones poblados de devenires y de
intensidades de todo tipo de multiplicidades y por otro las territorialidades o
re–territorializaciones, y los movimientos de desterritorialización. Si desear
es desterritorializarse, el deseo está precisamente en estas líneas de fuga.” [11]
El
planteo de ambos filósofos orienta a una voluntad de saber y de poder desconociendo que la castración, la falta o
carencia no se produce en la instalación de la ley que prohíbe. Lo interdicto
del goce y el deseo como causa, son consecuencia de la imposibilidad y lo traumático
del lenguaje, más que efecto del ejercicio del poder. Este es solo agente de la
prohibición cuya función soporta el velamiento
de lo real de la estructura.
Para
Lacan no hay un objeto del deseo, y la referencia al objeto en tanto a, es para
situar en ese objeto la causa del deseo, se trata de un resto heterogéneo a lo
simbólico, el a, no es un significante;
“simboliza lo que, en la esfera del significante, se presenta siempre como perdido, como lo que se
pierde con la significantización. Pero
precisamente este desecho, esta caída,
esto que resiste a la significantización, es lo que acaba constituyendo el
fundamento en cuanto tal del sujeto deseante”.[12]
El
deseo es inconsciente, está articulado, pero no es articulable y en ese sentido
comporta una fundamental ignorancia. Es una determinación sin intención, que
produce consecuencias. La aspiración a la fuga y su deriva en la vertiente de “todo es posible”, deja a la metonimia del
deslizamiento de objeto sin el amarre metafórico del que siempre es condición para
la significación, sin ella se confunden los objetos de satisfacción, de los de
realización del deseo en tanto causa.
El
modo de resistencia propuesta por los filósofos estaría signada por la
voluntad, intención consciente de deconstruir y liberar al sujeto de sus
determinaciones sociales, culturales desestimando la determinación inconsciente
del sujeto.
En Que
es la deconstrucción? Dice Jacques Derrida:
“Hay que entender este término,
“deconstrucción”, no en el sentido de disolver o de destruir, sino en el de
analizar las estructuras sedimentadas que forman el elemento discursivo, la
discursividad filosófica en la que pensamos. Este analizar pasa por la lengua,
por la cultura occidental, por el conjunto de lo que define nuestra pertenencia
a esta historia de la filosofía…diría que es un pensamiento del origen y de los
límites de la pregunta “¿qué es…?”, la pregunta que domina toda la historia de
la filosofía.”
La
discursividad y la razón occidental son puestos en el banquillo. Pero para el
psicoanálisis se trata de lo que no se sabe y de los límites del lenguaje que
hace imposible el saber.
Dice Lacan “Esta división [del sujeto] refleja los
avatares del asalto que, tal cual, la ha confrontado con el saber de lo sexual,
traumáticamente en la medida que este asalto esté condenado de antemano, al
fracaso por la razón que he mencionado, que el significante no es apropiado
para dar cuerpo a una fórmula que sea la de la relación sexual
…De
ahí el No hay relación sexual [13]
Pero, ¿qué es el sexo? pregunta Joan Copjec e interpela a Butler, quien parece
proceder guiada por la convicción de que la deconstrucción de la ficción del
sexo innato o esencial y la de la diferencia
sexual es posible porque si el sexo es
algo que “se hace” en una construcción cultural, también puede deshacerse”,
desconociendo lo real como categoría y la imposibilidad lógica, que constituye una
constante o invariable, y que no coincide con la anatomía, ni la convención.
Los discursos de época lejos de
subvertir al discurso capitalista lo alimentan.
La discursividad filosófica hegemónica que habita los discursos de la época descree del Inconsciente y de su efecto sujeto dividido, de lo real como imposible y entronizan la conciencia en sus variadas formas del yo como, la autonominación, la autopercepción, la autodecisión, todas formas de identificaciones imaginarias, liberando al sujeto de su determinación del Otro. Hacen imperar la modalidad de empresa que critican al capitalismo y a la sociedad de control. La autodeterminación donde cada sujeto es su propia empresa, no parece ser la forma del progreso en los derechos sociales producto de la resistencia al poder, cuando es la que tan bien se describe como forma de control. Lacan (1975) decía: “No hay progreso. Lo que se gana de un lado se pierde del otro. Como no sabemos lo que perdimos, creemos que ganamos”.
Aunque
el Otro está siempre en falta, S(Ⱥ) su
rechazo alimenta la ilusión de que todo es posible, consecuencia de la muerte
de Dios, y que retorna con convicción religiosa. "El Otro del Otro ese al que se llama generalmente Dios, pero del cual
el análisis revela que es simplemente La
mujer"[14].
Paradójicamente,
si por un lado la filosofía y la ciencia deudora de aquella, son producto del
agujero en lo real; proceden a tapar ese mismo agujero. "Lo real es siempre un fragmento, un cogollo.
Un cogollo en torno del cual el pensamiento teje historias; pero el estigma, de
este real como tal, es no enlazarse con nada"[15].
A
los sujetos de la época los psicoanalistas les posibilitamos tejer historias,
con los significantes que se representa ante Otro. Subjetivamos su malestar y
nos dirigimos hacia aquellos significantes que han traumatizado, que han
marcado el cuerpo.
Nos
servimos de los objetos despejando los del consumo, para ubicar aquellos más
aptos para la singularidad de cada goce y hacerlo condescender al deseo.
Ciframos y desciframos el inconsciente que se manifiesta aún. Nos orientamos hacia la vivificación, acotando la pulsión de
muerte. La experiencia analítica que siempre es uno por uno, permite saber del
goce, de lo que no anda de cada quien, para darle un tratamiento posible en la
invención de nuevos lazos y de mejores soluciones. Lo que no hacemos es
obturar, ni taponar lo real.
Nos
regimos por una ética de las consecuencias, orientados por Lacan y Freud,
implicamos a los sujetos en sus palabras y sus actos; no los desentendernos de
sus efectos y, de ellos también nosotros como analistas nos hacernos
responsables.
[1] Ponencia presentada en la III Jornada Anual de Nodo “Discursos de
época ◊ Discurso del analista” el 14 noviembre 2020
[2] Post-scriptum
sobre las sociedades de control[2] en Conversaciones 1972-1990
Gilles Deleuze L´Autre Journal, n.°- 1, Mayo de 1990
[3] ]. Lacan, Jacques. "Radiofonía", "Otros
Escritos", pág. 436.
3 J.Lacan, J. Op. Cit
[5] El sujeto y el poder. El presente trabajo de Foucault que ha sido
traducido del inglés, constituía el epílogo a la segunda edición del libro de
Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow: Michel Foucault: beyond structuralism and
hermeneutics (Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermeneútica)
públicado por la Chicago University Press, 1983.
[6] Lacan, J De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis(E.
p. 531) [526] Escritos 2, Siglo XXI editores, 1987
[7] Lacan, J Seminario, libro 3, Las Psicosis Bs As, Paidós, 1997. p.
239
[8] Lacan, J La significación del falo”. Escritos 2, Buenos Aires,
Siglo XXI,1987. Pag 672
[9] Foucault, M. historia de la sexualidad 1 la voluntad de saber
[10] Cfr En el Cours Vincennes del
26 de marzo de 1973
[11] Rossi, M El Deseo,
fundamentos éticos en Sanchez, F y otros
Gillles Deleuze.Diez lecturas en torno…Gral Roca, Publifadecs, 2012
[12] (Lacan, 2006, p.190)
[13] J. Lacan, “Radiofonía”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012,
pp. 434 y 436.
[14] Seminario XXIII pag 125
[15] Op cit 121